El contexto económico mundial está experimentando cambios significativos, y uno de los principales protagonistas es China. El país asiático ha logrado alcanzar un superávit comercial global de US$ 1,08 billones en noviembre de 2025, un hecho notable que ha sido impulsado por exportaciones que se elevaron a US$ 3,41 billones, superando cualquier otro resultado anual en las últimas dos décadas.
Un superávit sorprendente y sus implicaciones
A pesar de este impresionante superávit, el panorama interno de China presenta distintos desafíos. Los precios de los productos manufacturados han disminuido en un 2,2% en los últimos 30 días, marcando el 38° mes consecutivo de contracción inflacionaria. El índice de precios al consumidor (IPC) apenas se incrementó 0,7% durante este período, impulsado principalmente por los volátiles precios de los alimentos.
Como resultado de estas dinámicas, el renminbi, la moneda china, ha padecido una devaluación notable de 18% desde su valor más alto en marzo de 2022, lo que provoca una serie de preguntas sobre la sostenibilidad de su superávit comercial en este contexto. El Fondo Monetario Internacional (FMI) señala que esta devaluación podría haber incentivado las exportaciones chinas en más de 30%, aumentando aún más su ya excepcional superávit.
Impacto en la economía doméstica
Este superávit comercial, aunque impresionante, tiene repercusiones negativas en la economía interna de China. La baja productividad de los trabajadores —que representa tres cuartas partes de la fuerza laboral— está afectando el consumo doméstico, que se sitúa en apenas 38% del producto interno bruto (PIB), un porcentaje muy por debajo de otras grandes economías. El FMI proyecta que el PIB de la República Popular podría crecer un 5% en 2025 y un 4,5% en 2026, pero este crecimiento podría seguir alimentando el superávit comercial, que podría alcanzar US$ 1,5 billones para finales de 2026.
El clima proteccionista global
Con un superávit tan significativo, es comprensible la preocupación que existe a nivel mundial. La industria de EE.UU., Europa y América Latina muestra una creciente inquietud por la capacidad exportadora de China, lo que ha desencadenado una campaña proteccionista que corroe el espíritu del intercambio global.
China ha ido reduciendo sus importaciones, comprando cada vez menos en relación con lo que exporta. En 2025, el país importó un total de US$ 2,3 billones, de los cuales más de la mitad corresponde a commodities como mineral de hierro, cobre y soja, además de un significativo monto de US$ 400.000 millones en semiconductores provenientes de Estados Unidos, principalmente de la compañía Nvidia.
La máquina exportadora china
La influencia de China en el comercio internacional es asombrosa. En 2025, más de la mitad del comercio internacional estaba impulsado por la República Popular, y en el ámbito de manufactura, casi tres cuartas partes del total corresponden a productos chinos. Este fenómeno se debe en gran medida a las inversiones anuales que el país ha realizado, alcanzando cerca de un 6% del PIB en las últimas dos décadas. Si bien esto ha fortalecido la posición de China como un líder en manufactura, también ha traído consigo desafíos internos.
El resultado ha sido una superproducción manufacturera que alimenta una profunda depresión deflacionaria dentro del país, reflejando un bajo nivel de productividad. Según el FMI, esta situación provoca una pérdida anual de 2 puntos del PIB, exacerbando el escaso consumo doméstico.
El acuerdo entre EE.UU. y China
A medida que estas tensiones crecen, China y Estados Unidos han tomado medidas para mitigar sus desequilibrios comerciales. En un reciente acuerdo, las dos potencias económicas han decidido duplicar el consumo doméstico chino en los próximos cinco años, lo que implica una reducción significativa de las inversiones en su sector manufacturero. Posteriormente, EE.UU. se comprometió a triplicar sus exportaciones a China en el mismo período, una estrategia que podría permitir una disminución efectiva de su déficit comercial de US$ 1,4 billones.
Esta colaboración, que marca un paso hacia la cooperación y asociación, se centra en resolver no solo los desequilibrios comerciales entre ambas naciones, sino también en abordar problemas globales más amplios. En un mundo cada vez más interconectado, donde las dinámicas de poder cambian constantemente, es esencial observar cómo evolucionan estas relaciones y qué impacto tendrá esto en la economía global.
Con una economía compleja que se manifiesta en superávits comerciales significativos y desafíos internos notables, el futuro de China, así como su papel en el comercio internacional, será un tema clave a seguir en los próximos años.